martes, 12 de noviembre de 2013

Abogáfico.

Era cuestión de sentarse a pensar,
Y resolver tranquilo lo que en un segundo se quedo sin vida.
Hasta que no lo vio con sus propios ojos,
No pudo comprender la densidad real de la situación.
Un punto de vista diferente que el tiempo supuso con el cuerpo,
Fue el aspecto racional que determino lo insoportable que es pensar,
Como así también,
La manera de sentarse...

Sin embargo él,
Entendió al instante que la belleza  fue el modo más efectivo  que tuvo el miedo para enamorarse.
Explicando así,
Todo lo que luego fue su tiempo.
Estaba por volver a nacer,
De modo que tenía que explicar de dónde venía con todos esos años.
Su virtud era la de desaparecer hasta del silencio,
Pero cuando uno se pasa del tiempo no se puede disimular.
Lo que no existe es siempre lo más importante,  
Y más en horas previas a la realidad.
Es así que no sé sabe si fue cuestión del destino o que,
Pero justo cuando comenzó a vivir,
Se largo a llorar…
Algunos dicen que es por la lógica despedida,
Otros lo relacionan más con la biológica sensación del aire,
Pero yo lo atribuyo al pulso ideal del pensamiento,
Y sus ganas de explicar desde el inicio,
Que el amor,
Es otra forma de pensar y nada más.

Ahora bien,
Luego de adolecer su sexualidad,
Conservó el humor debajo del arte,
Fue el abogado de su excelente naturaleza,
Y de filosofo paso a ser un segundo más,
De esos que el tiempo ya ni recuerda.
Se decía que estaba enamorado de la evolución,
Y que de apoco le fue comprando su experiencia,
Pagándole así,
Con todo su cuerpo,
El sabor de morirse con un nuevo conocimiento;
La tierra traga con dolor esa historia que no respira,
Y la memoria lo deja vivo,
En algún punto de vista.