martes, 2 de julio de 2013

El criterio de lo que no importa.

También saberse al mundo de memoria,
Como el pulso genético de la evolución.
Y creo que ya te he demostrado cuanto se de todos tus besos,
De los que por distintos motivos no respetan la ignorancia de la belleza,
En una personalidad egoina.
De los que algún día tendrán la opción de ser perfectos ante el duelo de la juventud,
Y fallaran contra la puntería del corazón,
Siendo ellos mismo parte de la sangre.

Pues bien,
Uno divierte su cultura y la locura empieza a ser exagerada,
Con ello las razones son inexplicables y la mente queda en retroceso.
Es que detrás,
Esta el instinto que infilia el todo de su argumento.
De manera que uno puede ir acostumbrándose al momento,
De elogiar el punto de vista de tu belleza,
Ante los elementos necesarios del deseo.
  
Mirar quien soy,
Al ir desperdiciando el silencio,
Y coincidir;
Que después del odio es mejor hacerse noticia;
Pues los objetos de la mentira serán bastantes reales en sí,  
Luego el criterio de lo que no importa tendrá su sentido de pertenencia.
Es que seguimos probando cuanto soporta esta cultura ante el estimulo del método,
Solemos coleccionar en su esperanza el resto del egoísmo,
Con la sangre del labio que la impostura necesita,
Lógicamente una no aconsejable forma de dispararse,
Y errarle de nuevo al mundo,
Aunque sea él,
Uno solo…

La alcohólica dicción de respetarse conmueve,
Y el sentido obligatorio de las sensaciones mentales,
Queda tirado,
Allí debajo,
Como de un pasado,
Del corazón.
Haciendo de muestra como uno falla con el pensamiento,
Ante el rumor narcótico del tejido experimental,
Al intelecto,
Y sus sutiles argumentos.

Desde ya,
Hoy será el fin,
El día de la elección…
El de un saludo que supone respirar,
Y será así,
Estoy acostumbrado a pensar en lo que no recuerdo,
No puedo ser entonces de otro modo,
Pues mis puntos de vistas son la imaginación de tus besos,
De esos que tendrán la oportunidad de ser perfectos,
A partir de siempre.



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