También saberse al mundo de
memoria,
Como el pulso genético de la
evolución.
Y creo que ya te he demostrado
cuanto se de todos tus besos,
De los que por distintos motivos
no respetan la ignorancia de la belleza,
En una personalidad egoina.
De los que algún día tendrán la
opción de ser perfectos ante el duelo de la juventud,
Y fallaran contra la puntería del
corazón,
Siendo ellos mismo parte de la
sangre.
Pues bien,
Uno divierte su cultura y la
locura empieza a ser exagerada,
Con ello las razones son
inexplicables y la mente queda en retroceso.
Es que detrás,
Esta el instinto que infilia el
todo de su argumento.
De manera que uno puede ir
acostumbrándose al momento,
De elogiar el punto de vista de tu
belleza,
Ante los elementos necesarios del
deseo.
Mirar quien soy,
Al ir desperdiciando el silencio,
Y coincidir;
Que después del odio es mejor
hacerse noticia;
Pues los objetos de la mentira serán
bastantes reales en sí,
Luego el criterio de lo que no
importa tendrá su sentido de pertenencia.
Es que seguimos probando cuanto
soporta esta cultura ante el estimulo del método,
Solemos coleccionar en su esperanza
el resto del egoísmo,
Con la sangre del labio que la
impostura necesita,
Lógicamente una no aconsejable
forma de dispararse,
Y errarle de nuevo al mundo,
Aunque sea él,
Uno solo…
La alcohólica dicción de
respetarse conmueve,
Y el sentido obligatorio de las
sensaciones mentales,
Queda tirado,
Allí debajo,
Como de un pasado,
Del corazón.
Haciendo de muestra como uno falla
con el pensamiento,
Ante el rumor narcótico del tejido
experimental,
Al intelecto,
Y sus sutiles argumentos.
Desde ya,
Hoy será el fin,
El día de la elección…
El de un saludo que supone
respirar,
Y será así,
Estoy acostumbrado a pensar en lo
que no recuerdo,
No puedo ser entonces de otro
modo,
Pues mis puntos de vistas son la
imaginación de tus besos,
De esos que tendrán la oportunidad
de ser perfectos,
A partir de siempre.
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