sábado, 15 de octubre de 2011

El demonio de la no venganza.



Es de noche en el jardín de la inconciencia,
Y el demonio de la no venganza se alimenta de pasiones,
Logra usar a su gusto las manos de su clemencia,
Pues piensa herir cuando comente por qué la humanidad transpira sangre con dolor en supuesta libertad.
Íntimamente estas palabras lo conocen, esas que tejen con tranquila timidez su alboroto existencial y que con bronca de inocente hace revelar sus emociones.

Es de noche,
Y se sirve de la dieta mortal de los terrores, para decorar su álbum de letras.
Así y todo siempre respeta que llores.
Educa su razón obsesionadamente, no quiere dejar nada en manos artificiales,
Sabe que así el filo de su venganza seguirá doliente.

Recorre las brasas del insulto moral, cuando escucha el silbido de la infamia.
Traspasa así su sangre por las heridas de la histeria,
Sólo lo hace para refrescar su encanto, 
Solo así, saber quedar calmo después de muerto.

Se siente brillante en el jardín de su decencia.
Y reclama prudencia cuando el sueño se aproxima, pues conoce la impaciencia de la mente cuando en ésta asoma la gloria.

El miedo de promulgar sus ojos hace que tiemblen sus palabras,
Y en este último tiempo en el cual lo he cruzado bastante seguido,
Me ha comentado que estuvo tatuando sobre los renglones de su sangre una melodía de  letras para no olvidarse jamás que; la perfección actúa en el nacimiento y solo cuando abrazamos la muerte que sentimos vivir.

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