jueves, 27 de diciembre de 2012

Para mirarse despacio y no dejar de hacerlo.


La vez esa en que nos miramos despacio,
En ese segundo interno donde casi se desintegra el mundo,
En donde el nacimiento es mortalmente insospechable,
Y en donde el natural ritmo cardíaco disminuye el pulso biológico de la memoria…

Una razón prolongada de tristeza,
Encontrada allí sobre uno de los rincones del miedo,
Como producto cansino de la experiencia que reniega a tiempo lento la inmemorable libertad del conocimiento…

Y me pongo entonces a pensar que es lo correcto para que mí astucia humana sea salvajemente incorrecta,
Aquí, 
En el costado de mi inteligencia sobra soledad para que la puedas imaginar acompañada,
Y le mires despacio lo consecuente de su entretenimiento.
Lograras ver que sus segundos son el comienzo de un mundo eterno,
Donde el ritmo de su memoria destaca la realidad de un pasado vertiginoso,
Y donde su remedio caníbal es mortalmente desechable en lo sagrado del tiempo.

En fin, 
Esa vez en la que nos miramos despacio,
Pasé un minuto sin recordarme,
Y entonces me deje afuera del silencio para sentirme seguro en el pasado biológico de mi sexo,
Y poder así referirme a la realidad,
Sin ningún tipo de concepto imaginado.    

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